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Té blanco

Un té con sabor delicado, color pálido y tan poca cafeína que se puede considerar té descafeinado.

El té blanco se elabora a partir de la misma planta que el té verde o el té negro, pero sigue un proceso muy diferente. Comienza con los brotes enrollados de la planta camellia sinensis, la planta del té, pero no sufre ninguna oxidación.

Ese proceso de oxidación, a menudo llamado fermentación, es lo que produce el color y sabor distintivos de otros tipos de té. Aunque se use la misma palabra, la "fermentación" en el caso del té no se refiere a lo mismo que cuando se usa en relación con el vino. En el caso del té, ningún azúcar se altera y se convierte en alcohol.

En el caso del té blanco, en lugar de oxidación, los brotes se secan al vapor, y luego se secan al aire. No se enrolla ni se tritura; esto deja las enzimas de las hojas intactas, porque no se han expuesto al aire. El agua se evapora más lentamente y se pierde hasta el 40% del peso original. A continuación, las hojas se tuestan lentamente para eliminar aproximadamente el 95% de su humedad.

El resultado es un té con muy poca cafeína, color muy claro y sabor delicado. El producto final tiene un sabor muy fresco, más parecido al sabor de las hojas de té frescas o al sabor de la hierba, que algunos aficionados al té prefieren sobre otros. Las hojas que se cosechan al principio de la primavera producen una infusión limpia con una fragancia que recuerda al aire libre del campo o la montaña.

Un tipo de té llamado Aguja de Plata (Silver Needle) que proviene de la provincia de Fujian, en China, se puede considerar como regalo especial para el paladar. En la provincia de Darjeeling, en la India, también se produce un té blanco de alta calidad. Hay una variedad conocida como Ceilán Blanco que proviene de Sri Lanka.

Pero hay más en el té blanco que su buen sabor.

Aunque todavía está bajo investigación activa, hay estudios que sugieren que el té blanco es aún más saludable que el té verde, el cual ya tiene una gran reputación en este campo. Laos estudios sugieren que las propiedades del té verde como estimulador del sistema inmunológico, para combatir infecciones, podrían replicarse en el té blanco pero serían aún más pronunciadas. También tiene un efecto anti-viral y anti-bacteriano.

Su escaso contenido de cafeína (15 mg por porción, en comparación con los 40 mg del té negro, y los 20 mg del té verde) convierten al té blanco en un gran recurso que añadir a la sección de "descafeinados" en el cofre dónde se guarde el té.

Para preparar una buena taza de té blanco, se deben estimar unos 2,5 gramos (1 cucharadita y media) de té por cada 200 ml (6 onzas) de agua. El agua debe calentarse sólo hasta 82º C (180º F) y después se vierte sobre las hojas y se deja en infusión durante unos minutos, de 1 a 3 minutos. Se deja que la bebida se enfríe al gusto y se puede disfrutar de esta nueva experiencia, que es realmente un placer muy antiguo.

Una taza con una bolsa de té blanco en infusión.

Para que el agua esté lo más cerca posible de la temperatura ideal para el té blanco, sin tener que usar un termómetro, se puede calentar el agua hasta que hierva y dejarla enfriar 2 minutos antes de verterla sobre el té.