El viaje de la sidra a través del tiempo es un relato de herencia, arte y cultura.
Imagínate una fresca noche de verano en Asturias, donde el sonido del llanto de las gaitas se mezcla con el murmullo de las conversaciones y las risas. Un escanciador, con su sidra en alto, vierte con precisión el líquido dorado en un vaso, una tradición única que airea la sidra y libera su bouquet completo. La sidra, o 'sidra', como se conoce en esta región de España, no es sólo una bebida, es un testimonio vivo de la herencia cultural, las tradiciones y la camaradería.
La sidra, una bebida fermentada a partir del jugo de manzana, ha deleitado los paladares de la humanidad durante milenios. Su historia está profundamente arraigada en las antiguas tradiciones de numerosas culturas alrededor del mundo. Hoy en día, la sidra disfruta de una renovada popularidad, conquistando corazones con su refrescante sabor, su variedad de estilos y su rica herencia cultural.
Hubo un tiempo en el cual beber sidra era mas saludable que beber agua ya que el agua solía estar contaminada.
Vamos a embarcarnos en un viaje para conocer la sidra. Desde sus humildes orígenes hasta su resurgimiento en el siglo XXI, desde el arte de su producción hasta la cultura que la rodea. Así que prepárate para un recorrido emocionante y burbujeante en el mundo de la sidra.
Las raíces históricas de la sidra
Adentrémonos en los primeros orígenes de la producción de sidra, que se remontan al Imperio Romano. A su llegada a las Islas Británicas en el 55 a.C., los romanos descubrieron que los lugareños ya estaban produciendo una bebida alcohólica a base de manzanas, un precursor temprano de nuestra sidra moderna. A medida que se expandía el imperio, también lo hacía la tradición de la sidra, enraizándose profundamente en las culturas de Europa Occidental.
En la Edad Media, la sidra gozó de una popularidad generalizada en Europa, especialmente en regiones como Normandía en Francia y Asturias en España, donde las condiciones eran ideales para cultivar manzanas. El consumo de sidra no se limitaba a las clases altas; era una bebida del pueblo, consumida por todos, desde campesinos hasta reyes.
En América del Norte, los primeros colonos ingleses trajeron consigo semillas de manzana y su conocimiento en la producción de sidra. En los tiempos coloniales, cuando el agua limpia era difícil de conseguir, la sidra se convirtió en una necesidad agrícola. Pronto, la bebida se entrelazó con la cultura local, y cada granja tenía su propio huerto de manzanas y prensa de sidra.
Sin embargo, con la llegada de la industrialización y la era de la Prohibición en el siglo XX, la sidra experimentó un declive en su popularidad. Las cervecerías industriales, que podían producir cerveza más rápidamente y a un costo más bajo, superaron a las tradicionales prensas de sidra. La Prohibición en los Estados Unidos, que duró de 1920 a 1933, fue un golpe más duro, ya que muchas de las antiguas huertas de sidra fueron destruidas.
Pero como la sidra es resistente, así como la manzana de la que se origina, la historia no termina ahí. Durante el siglo XXI, hemos presenciado un renacimiento de la sidra. Un regreso a los métodos artesanales de producción, una apreciación renovada por las variedades locales de manzanas y un interés en las bebidas artesanales han llevado a la sidra de regreso al centro de atención global. Ahora, más que nunca, la sidra está disfrutando de un renacer, un retorno a su gloriosa herencia y un paso emocionante hacia un futuro prometedor.
La producción de sidra tiene mucho de arte
La producción de sidra es un arte tan antiguo como la historia misma de la manzana. El proceso comienza en el huerto, donde diferentes variedades de manzanas son cuidadosamente cultivadas y cosechadas. Algunas sidras son monovarietales, hechas de una sola variedad de manzana, pero muchas son el producto de una cuidadosa mezcla de diferentes tipos. Las manzanas usadas en la sidra varían desde las dulces y jugosas, hasta las amargas y astringentes, cada una aportando su propio carácter distintivo al producto final.
Una vez recogidas, las manzanas se muelen para convertirlas en una pulpa que se después se prensa para extraer todo el zumo. Este zumo se fermenta, al igual que el vino, usando levaduras naturales o añadidas que convierten el azúcar en alcohol. El resultado es una sidra "base" que puede ser embotellada tal cual o sometida a una segunda fermentación para producir una sidra espumosa.
El lagar es el sitio donde se machacan las manzanas para hacer sidra.
La técnica de hacer sidra varía enormemente entre los productores artesanales y los industriales. Las sidras producidas en masa tienden a ser más dulces y menos complejas, a menudo hechas con concentrados de manzana y con sabor añadido. Por otro lado, las sidras artesanales o "craft" suelen ser productos de alta calidad que reflejan la "terroir" de donde provienen las manzanas. Muchos productores artesanales utilizan técnicas tradicionales, como la fermentación en barril y el uso de manzanas de herencia, para crear sidras que son tanto un homenaje a la historia como una expresión de innovación.
Ya sea a través de métodos tradicionales o técnicas modernas, la producción de sidra es un proceso apasionante que refleja la dedicación y el arte del productor. Desde el huerto hasta la botella, cada paso es crucial para crear este refresco excepcional que es tanto una delicia para el paladar como una celebración de la rica cultura y tradición de la sidra.
Variaciones y estilos regionales de sidra
Como con muchos productos alimenticios y bebidas, la sidra refleja el lugar de donde proviene. Cada región tiene su propio estilo de sidra, influenciado por el clima, las variedades de manzana disponibles y las tradiciones locales.
En Francia, su cidre es tradicionalmente dulce y efervescente, producida principalmente en Normandía y Bretaña. Se distingue por su método de producción, el méthode champenoise, que implica una segunda fermentación en la botella, similar a cómo se hace el champán.
La sidra española, particularmente la de la región de Asturias, es un mundo aparte. Es ácida, de baja carbonatación y a menudo se escancia desde lo alto para airear la sidra y mejorar su sabor.
El scrumpy británico es una sidra de estilo antiguo que se origina en el Oeste de Gran Bretaña. Es tupida, no suele tener burbujas y puede ser bastante fuerte en términos de contenido de alcohol. Los ingleses también son conocidos por su cider espumosa, que rivaliza con el champán en complejidad y sofisticación.
En América, el resurgimiento de la sidra ha llevado a una explosión de estilos. La sidra artesanal americana puede variar enormemente, desde versiones dulces y afrutadas hasta sidras secas, ácidas y tánicas, con sidreros que experimentan con diferentes variedades de manzanas, técnicas de fermentación y envejecimiento.
Estos estilos regionales son un reflejo de la noción de terroir - una palabra francesa que se refiere a cómo las características geográficas y climáticas únicas de un lugar influyen en el sabor de la sidra, similar al concepto en la cultura del vino. El tipo de suelo, la cantidad de sol, las precipitaciones, la altitud - todos estos factores contribuyen a la sidra que se produce en una región determinada.
Cada región, cada sidrero y cada manzano ofrece su propio carácter distintivo a la sidra, creando una increíble diversidad de sabores y estilos. Por eso, la sidra es más que una simple bebida: es una expresión líquida de la cultura y la tradición que se ha ido formando a lo largo de los siglos.
Beber sidra
La forma de beber la sidra puede variar dependiendo de la tradición cultural, la región, y el tipo de sidra.
La sidra se sirve generalmente fría. El rango de temperatura ideal para la mayoría de las sidras es similar al del vino blanco, alrededor de 6-8º C (43-46º F). Servir la sidra fría ayuda a destacar sus sabores y aromas refrescantes y afrutados. Es común servirla en una copa de vino o en un vaso de sidra para poder apreciar su color, efervescencia y aroma.
En el caso de la sidra asturiana o la sidra vasca, tradicionalmente se sirve a temperatura ambiente y se vierte desde una cierta altura (un proceso conocido como "escanciar") para oxigenar la sidra y liberar sus sabores. El vaso se llena solo un poco, se bebe de un trago y se sirve otra vez.
Las sidras calientes o mulled ciders son una excepción. Estas sidras se calientan y a menudo se infunden con especias como canela, clavo y nuez moscada, convirtiéndose en una bebida acogedora y reconfortante para los meses más fríos.