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Cómo preparar el té

¿Qué podría ser más importante que preparar una taza de té de la manera correcta? Cuando se ha hecho un gran esfuerzo, y posiblemente un gran desembolso, para encontrar el mejor té, es de rigor prepararlo como ese té merece. Pero la mayoría de las personas no puede darse el lujo de celebrar una ceremonia del té japonesa;  un ritual completo, con comida y bebida, que puede durar hasta cinco horas. Afortunadamente, hay algunas cosas aquellos con el deseo de disfrutar una buena infusión pueden hacer para conseguirlo, aunque no tengan mucho tiempo.

Lo primero a tener en cuenta es el agua que se va a usar. Incluso las hojas más finas pueden dar como resultado una taza de té decepcionante si el agua no es la correcta.

Puede que el agua tenga demasiado cloro, o que esté excesivamente mineralizada,  o que esté rancia. Sí, el agua puede pasarse de punto, en el sentido de que absorbe los olores del aire y puede contener productos químicos que disminuyen la calidad del té.

El agua “dura” suele contener fuertes concentraciones de carbonato cálcico. Ese es el polvo blanco que se acumula alrededor de los grifos, en los azulejos de la cocina o el baño, y que deja marcas en los cacharros limpios. No es dañino. De hecho, es saludable ingerir una cierta cantidad de esta sustancia. Pero oscurece el brebaje. El agua pura produce una infusión mucho más transparente. El agua podría contener también una gran cantidad relativa de hierro. Una vez más, eso no es necesariamente malo para la salud, pero puede alterar un poco el sabor del té, dándole una nota metálica.

La temperatura del agua también es importante. El agua a la temperatura de ebullición puede resultar demasiado agresiva para una hoja de té. El agua pura a nivel del mar (1 atmósfera de presión) hierve a 100º C y la temperatura del agua para hacer té debería estar alrededor de 80º C. La temperatura óptima varía un poco dependiendo del tipo de té.

El té negro queda bien con agua casi hirviendo. El oolong queda mejor con agua a una temperatura ligeramente inferior. El té verde puede volverse  amargo si el agua está demasiado caliente, y el té blanco es más delicado y necesita la temperatura más baja de todas. Es recomendable hacer algunos experimentos en casa para encontrar la temperatura más adecuada.

Determinar la cantidad correcta de té por taza también se hace por el método experimental. Se empieza con una cucharadita por taza. Luego se ajusta dependiendo del  gusto personal; hay quienes favorecen una infusión más  fuerte y quienes la prefieren más ligera. Quienes deseen reducir la cafeína de forma natural sin comprar té descafeinado sólo necesitan desechar la primera taza y utilizar las mismas hojas para preparar una nueva infusión. La mayor parte de la cafeína entrará en la primera taza.

El tiempo que se debe dejar el té en infusión varía un poco, pero 2-3 minutos es lo adecuado para la mayoría de los diferentes tipos de té y la mayoría de los bebedores de té. Quienes tienen prisa y están usando bolsa de té pueden acelerar el proceso moviendo la bolsita para que el té se empape mejor. Cuidado; los verdaderos aficionados fruncen el ceño y se horrorizan cuando ves este tipo de prácticas. Una vez más, el gusto personal influirá en el tiempo de infusión, ya que cuanto más largo sea, más sabor, color, taninos y cafeína tendrá el té.

Cuando se toma el té con leche debería dejarse más tiempo en infusión, y debería hacerse el experimento al menos una vez. Un tiempo de infusión más prolongado saca más taninos y otro tipo de compuestos que se "suavizan" con la leche. Pero se trata de beber algo que sepa a té, no a leche. Se trata de té con leche, no leche con sabor a té.

Si se usan hojas sueltas, merece la pena invertir en una buena tetera y un colador para evitar que los trozos de hoja caigan en la taza y poder beber el líquido sin incidencias.

Ahora viene lo más importante, beberlo. Y, por supuesto, disfrutarlo.

Por muy ocupado que uno esté, merece la pena tomarse unos minutos de vez en cuando para celebrar nuestros esfuerzos, premiarnos con una magnífica taza de té, y disfrutarla sin una docena de distracciones. Nos lo hemos ganado.

¿Hojas sueltas, o bolsitas de té?

Se trata de un dilema moderno. Uno está ocupado. No tiene tiempo para hacer una ceremonia japonesa del té, preparando cuidadosamente cada componente, para luego beber el resultado con tranquilidad. Pero le apetece tomar un té realmente fino ¿Qué se puede hacer?

Puede que este dilema nunca se resuelva por completo, pero la decisión empieza explorando la infusión que se obtiene a partir de hojas sueltas o de bolsas de té. Thomas Sullivan tiene fama de ser quien introdujo por primera vez las bolsas de té, a mediados del siglo XIX. Para ayudar a sus clientes a seleccionar un té, preparó muestras de diferentes tés encerradas cuidadosamente en una bolsa de tela. El propósito es que se abrieran las bolsas y se utilizara el contenido para preparar té de la forma habitual.

Pronto descubrió que sus clientes estaban preparando sus infusiones con las muestras sin abrir. La malla fina de tela impedía que los pedacitos de hoja de té se quedaran en la taza sin necesidad de usar un colador. Y se podía apurar hasta la última gota de té sin tener que preocuparse por las hojas. El método fue un éxito.

Ha pasado más de un siglo y las bolsas de té y su contenido han evolucionado mucho, no siempre a mejor. Las bolsitas de hoy son más finas, más fuertes y más ligeras. Se fabrican, y se inspeccionan, siguiendo los más altos estándares de salud. Pero su contenido no siempre es lo mejor que se puede tener en el mundo del té.

Una taza de té en Pekín, servida con cacahuetes.


En la década de 1970, la palabra "natural" se convirtió en la consigna de todos los alimentos y bebidas, especialmente los elaborados con plantas. El té ciertamente entra en esa categoría. Como resultado, el té hecho con hojas sueltas fue considerado como una alternativa superior. Y, en muchos casos lo es. Hay centenares de tés de hojas sueltas verdaderamente finos que provienen de muchas partes del globo terráqueo.

Un té de hojas sueltas de China, India, Japón y otros lugares puede ser tan placentero para el conocedor como un buen vino. El suave jazmín de China se compara bien con un té con perfume a naranja dulce de Turquía. O, uno puede disfrutar de un excelente té mezclado con menta del norte de África. Una ventaja de las hojas sueltas es que se pueden tener varios tipos de té en casa para hacer nuestras propias mezclas.

Por el contrario, muchos de los tés que vienen en bolsas se hacen esencialmente de sobras. Los restos de hoja de té que quedan después de su procesamiento sirven de alimento para una máquina capaz de llenar miles de bolsas por hora. Las bolsitas se meten en una caja, perfectamente alineadas, y la caja se envía a un supermercado. Allí el té espera en una estantería hasta que alguien lo lleve a casa. En el momento de su consumo, un té, que nunca fue de muy alta calidad, puede estar pasado.

Pero el simple hecho de estar en una bolsa no es un signo inevitable de baja calidad. Muchos productores han evolucionado para combinar la alta calidad de un té de hojas sueltas con la comodidad de una bolsa. Aunque lo llamen por otro nombre, sigue siendo té en una bolsa. Lo que marca la diferencia no es el nombre que se le dé al contenedor, es que el té sea de la mejor calidad y que se venda fresco. Esa diferencia es importante.


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